¿Cuántas veces el Ebitda vale mi empresa? ¿El precio de mi negocio es el valor de mis activos? ¿En qué consiste el descuento de flujos? ¿El precio que me han ofrecido por mi empresa es justo?, son algunas de las preguntas que usualmente nos hacen cuando iniciamos un proceso de venta.
Muchas veces, los dueños de empresas (especialmente las familiares) tienden inconscientemente a incluir componentes emotivos cuando se enfrentan a la disyuntiva de vender o no su negocio. En algunos casos, se sorprenden del alto precio que se les ofrece y en otros, se ofenden. Acá una breve explicación de cómo se construye el precio a pagar por una empresa.
Hoy en día el ‘driver’ de valor de una empresa es su capacidad de generar flujos de caja (que es distinto a las utilidades contables, como se pensaba antes). Se hace una proyección de los flujos de caja a cinco años vista (esto es, asumes escenarios determinados para predecir la performance del negocio), consideras en las proyecciones de las inversiones que vas a necesitar hacer y sumas la depreciación de tus activos (un gasto que no implica salida de caja). A todo esto, se adiciona al final del quinto año el valor residual del negocio, en función de los años que le resten de vida (o una perpetuidad, en todo caso), y todo ello se trae a valor presente.
Lo anterior es lo que llamamos “valorización por descuento de flujos”, el cual se contrasta con otro método también muy utilizado: la “valorización por ratios”, que no es otra cosa que el popular “múltiplos de Ebitda”. La valorización por ratios consiste en identificar empresas similares a la nuestra pero que coticen en bolsa, y ver cuál es el valor que el mercado les asigna. Haces una comparación ponderada e identificas cuántas veces está reflejado el Ebitda (ingresos operativos) de estas empresas en el valor en bolsa. Ese mismo múltiplo lo aplicas sobre tu Ebitda y llegas al valor de tu empresa.
Ambos métodos de valorización se complementan y se usan para encontrar un consenso sobre cuál es el valor de una empresa. Finalmente, lo que alguien esté dispuesto a pagar, dependerá también de las sinergias que pueda generar para llegar al “precio final”. De ahí, por ejemplo, que Falabella haya pagado tanto por Maestro.